Ciertamente muchos pensaran que a nuestros venerables titulares siempre estamos agradeciéndole las grandes cosas que nos llegan a aportar, y en ello no se equivocan, pero a esto le falta la otra cara. La de las pequeñas cosas, que de ser tan pequeñas no nos damos cuenta que es donde verdaderamente se encuentra a Dios. Me refiero al día a día de la cofradía, eso de lo que se suele escirbir poco, aquellas personas que dejan su vida, su familia y su trabajo por colaborar, ayudar, prestarse en labores que con la ayuda de todos suelen ser tan importantes para nuestra hermandad. Últimamente son muchas las mujeres de la hermandad que están poniendo sus conocimientos para realizar las vestas, otros tantos están con los tronos, respiraderos, peanas..., otros las vestimentas o los altares, otros cantando en el coro, otros colaboran simplemnete en lo que sea por que han encontrado en la hermandad un refugio de su fe, sus ganas de trabajar y sus ganas de conocer el mundo cofrade, y aquí si es donde realmente damos gracias a Dios, pero de lo más profundo y verdadero del corazón porque cada vez somos un granito de arena más y esto quiere decir mucho, pues todo grano de arena al final hace montaña. La Esperanza nos guía y el maestro nos cuida, y aunque solemos perdernos muy amenudo, pues como dice nuestro consiliario es fruto de la juventud, muchas veces sentimos el verdadero aliento del empuje, y que cuando nos caemos, que no suelen ser pocas veces, la verdad, alguien nos ayuda a levantarnos de nuevo. Hoy quiero terminar con un trocito de una gran frase, dedicado, de verdad a todas aquellas personas que hacen posible la hermandad de la Esperanza, que con su colaboración cada día, toma verdadero significado la palabra hermandad, así que para ellos esta frase: "No olvides que Yo tengo poder y bondad para darte mucho más de lo que tú puedes atreverte a pedir o a desear" Ef 3,20