Ahora sí, ya todo ha quedado en el recuerdo, las buenas levantás, la suabe mecía, el tintineo de los varales, los Domingos de ensayos, los preparatorios, el montaje... como mucho, algunos nos podemos conformar, con unos gramos de incienso que no se terminaron de quemar bien en el inciensario, para evocarnos a aquella noche, y a todo lo que la antecedió.
Y es que hay que reconocer, que el esfuerzo de los costaleros es importante, pero también el de los capataces, las personas que han sido los ojos de los que ibamos debajo, alentándonos, guíandonos, ellos son dos, Rocío López y Manuel J. Quesada, ellos nos han transmitido lo que desde fuera se sentía, nos emocionaban y nos sobrecogían el corazón, como solo ellos saben, con esas palabras, que, aunque el paso vaya vencido, sacas fuerzas de la nada, para echarle todo el corazón que queda y llevar a la Gloria, a la madre de la Esperanza. Yo, como costalero, y todos coincidirán en lo mismo, tenemos unos capataces inigualables, por aguantarnos, por animarnos, y por controlarnos, por respetar más que nadie la fe a la madre, y transmitirla a cada uno de nosotros.
Y es que hay que ver como se meten riñones, cuando se escucha eso de: Antonia/Inma.......... ¿Nos vamos?