jueves, 9 de enero de 2014

SENTIMIENTO COFRADE

Hoy nuestras líneas van dedicadas al sentimiento de un cofrade y costalero.  Empezaré contando el porqué quise formar parte de esta Hermandad. Quise sentir, conocer y experimentar las sensaciones que compañeros de las trabajaderas comentaban. Cuando me comentaron que la hermandad de la Esperanza iba a procesional como una imagen de Cristo, en seguida quise conocer  dicha imagen. Cuando me encontré de frente con él, vi en su mirada algo único y especial y hay supe que aparte de hermana tenía que ser costalero.

De este modo   decidí a formar parte de esta Hermanad y presentarme a la Igualá de la cuadrilla de costaleros del Señor de la Salud. Un día muy esperado para mí, tenía esa ilusión que tiene un niño cuando le hacen su primer regalo. Tras esto vinieron los ensayos en los cuales cada día había una sensación nueva, diferente y muy bonita, cada racheo, cada levantá…. Era todo nuevo pero a la vez muy conocido, ya que siempre estuve, muy cerca de este mundo cofrade.

Ensayo tras ensayo se veía más cerca el gran día soñado, ya en el Retranqueo  se sentían las fuerzas, ganas e ilusión por ser los pies de nuestros titulares y procesionar por las calles de Albatera, pero para ello aun quedaban unas horas.

Llego el día más esperado para mi, mi primera estación de penitencia, la cual asumía con gran fervor. Desde la mañana ya sentía esa cosquilleo en el estomago, mientras preparaba la ropa, zapatillas, medalla, faja... Empezaba a sentir el nerviosismo y la espera se hacía eterna. Llego la hora de empezar a vestirme y ponerme camino de la Iglesia, y todo seguía siendo mágico y tan bonito como lo esperaba.  

Empezamos a meternos bajo la trabajadera y a escuchar las voces de nuestro capataz, hay llego mi primera levantá. A la salida de la Iglesia fui los pies y manos de nuestro Padre, cuando escuche los sones de una de mis marchas favoritas, Caminando va por tientos, sentí un escalofrió por todos los poros de mi piel, fue una sensación inexplicable.

Cada chicota era diferente todas tenían una recompensa, aunque el premio final está en ellos, en acercar el hijo a la madre y la madre al hijo, cuando las fuerzas flaqueaban toda la cuadrilla sacaba fuerzas para seguir adelante y que madre e hijo se encuentren. Así llego el final de mi primera estación de penitencia, y supe que no volvería a falta ningún año y que seguiría cerca de ellos, cada día del año. 
Hoy puedo decir que tengo la suerte de ser costalero y cada día del año sueño con esos días que voy cargando en sus costeros. Si no conoces este sentimiento, tienes que meterte debajo y ayudar al costalero...